¿La inmortalidad a partir de 2045?

Ambos expertos, que han estudiado en prestigiosos centros como el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Universidad de Cambridge -respectivamente-, publican su libro ‘La muerte de la muerte’ (ed. Deusto) el próximo lunes 23 de abril, coincidiendo con el Día del Libro.


En este ensayo, Cordeiro y Wood explican “la posibilidad científica de la inmortalidad física y su defensa moral”, así como el coste que tendrá y su potencial para “no sólo extender la vida, sino expandirla” contemplando “no sólo dos dimensiones sino cientas de ellas”, ha defendido Cordeiro.

“No pienso morirme”


Este ingeniero, antiguo profesor de la Singularity University of Sillicon Valley -fundada en 2008 por Ray Kurzweil, apóstol del transhumanismo y uno de los padres de la singularidad tecnológica- ha explicado que en su caso personal “no pienso morirme” y tampoco cree que, en caso de lograr la inmortalidad física, pudiera cansarse de la vida porque ésta es “fantástica y excitante, y lo será incluso más a medida que vayamos teniendo más posibilidades”.


Los autores consideran el envejecimiento como una enfermedad, a partir de la cual se desarrollan las demás, y aducen que será posible curarla gracias a la suma de avances exponenciales en campos como la inteligencia artificial, regeneración de tejidos, tratamientos con células madre e impresión de órganos o terapias inmunológicas, entre otros.


Como “plan B” para la vida indefinida y mientras la humanidad viva todavía en la era AR (Antes del Rejuvenecimiento), cuyo año cero fijan en el 2045, proponen la criopreservación.


Pese a reconocer que “hasta ahora nadie ha revivido tras haber sido congelado”, están convencidos de que en el decenio de 2040 “asistiremos a las primeras reanimaciones exitosas”.


No sólo esperan erradicar la muerte natural “por completo” sino que confían en que “más adelante” se pueda encontrar también la fórmula para evitar el fallecimiento por causas no naturales.

Costes e inversiones


El coste será “bajo y por ello accesible”, pues como cuerpos “somos baratos” y “la tecnología será menos costosa a medida que avance” como ha sucedido con los teléfonos móviles, que al principio tenían precios elevados y “hoy en día todo el mundo, hasta en países no desarrollados, tiene uno”.


La investigación de tecnologías de rejuvenecimiento cuenta con el apoyo de empresas como Google y la NASA, así como multimillonarios como Vitalik Buterin, creador de Ethereum, que ha donado 2 millones de dólares a la fundación SENS, especializada en este área.


El fundador de Facebook, Mark Zukerberg, y su mujer, Priscilla Chan, bióloga por la Universidad de Harvard, también han invertido más de mil millones de dólares en este tipo de materia y, según los autores, “se han comprometido a donar hasta el 99 % de su fortuna” si la investigación tiene éxito.


Respecto al coste ecológico que supondría, citando al psicólogo experimental y científico cognitivo Steven Pinker, argumentan que “la humanidad está mejorando su capacidad de reciclar” y que habrá sustitutos tanto para la energía, que será renovable, como para los minerales que se utilizan actualmente para fabricar la tecnología y nanotecnología, la cual será “como la magia”.


Respecto a la cuestión de superpoblación y a cómo lograrán convivir tantas personas en la tierra en un escenario de inmortalidad, defienden que el crecimiento poblacional no será tan masivo como se presupone, puesto que ya hay países -como Corea o Japón- cuya población se está reduciendo e “incluso podrá desaparecer si no matan a la muerte”, precisan.


Defienden por otra parte que “con más personas habrá más cerebros, y éstos a su vez estarán cada vez más educados, contarán con más conocimiento, lo que dará lugar a un todavía mayor desarrollo de la tecnología”. EFE

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