Un placer permanente acabaría dañando al cerebro, afirma Ignacio Morgado

Y es que, “los placeres que sentimos no están ni en el estómago, ni en la boca, ni en la piel, ni en los genitales. Es cierto que los sentimos como si estuvieran localizados ahí pero es el cerebro con su actividad el que genera placer”, explica Morgado.

Este catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona acaba de publicar Deseo y placer. La ciencia de las motivaciones (editorial Ariel) y, en una entrevista con Efe, afirma que los humanos “somos buscadores permanentes de placer” y en el centro de esta búsqueda está la dopamina, un neurotransmisor que aumenta el deseo de sentir placer.

PREGUNTA: ¿Qué es el deseo y qué es el placer?

RESPUESTA: Son diferentes, pero dos caras de una misma moneda. Deseas conseguir una plaza en el mejor restaurante para darte una buena comida con los mejores amigos, pero el placer es estar ya allí, disfrutando. Desear un placer no es tenerlo ya, es buscarlo.

Desde el punto de vista cerebral son además dos cosas distintas; hay unas neuronas para motivarnos a desear y otras vinculadas directamente con el placer. Para este último, el cerebro dispone de distintos circuitos neuronales repartidos por varias zonas (corteza prefrontal, la orbitofrontal, la amígdala, etc), no hay una concreta. Sin embargo, lo que está detrás de que tengamos muchas ganas de conseguir ese placer, es decir, el deseo, es el sistema motivacional de la dopamina.

P: ¿Qué es la dopamina?

R: Desde hace tiempo sabemos que en cualquier circunstancia que implique placer, sea de manera natural como al ingerir una comida apetitosa o de manera artificial como cuando se consume una droga, se libera el neurotransmisor dopamina en el cerebro. Aunque durante mucho tiempo fue considerada la sustancia química del placer, nuevos experimentos han constatado que más que causarlo directamente, lo que hace es incrementar el deseo de sentirlo.

P: ¿Dónde termina la necesidad biológica y empieza el placer?

R: En biología hay que distinguir entre dos tipos de motivaciones: homeostáticas, las que como el hambre o sed responden a necesidades vitales del organismo, y las incentivas, que consisten básicamente en la búsqueda del placer por el placer.

A lo largo de la evolución, la Naturaleza ha logrado, para que el cuerpo no enferme, asociar a la satisfacción de las necesidades vitales también un intenso placer. Y esto, después, ha dado lugar a que muchos mecanismos del placer se disparen sin que detrás haya una necesidad biológica básica, por ejemplo, con el arte o la música.

P: ¿Por qué no todas las personas sienten placer con lo mismo?

R: El cerebro humano es plástico y cada persona está condicionada por su experiencia, educación o cultura, y eso condiciona hacia dónde enfoca cada uno la búsqueda de placer.

P: En el listado de placeres también está el hacer daño al prójimo, ¿por qué?

R: Tenemos que asumir esto como un efecto colateral negativo de nuestras muchas capacidades cognitivas. En la maldad hay un punto de egoísmo: si el otro pierde yo gano, así que el sentir placer con el mal ajeno está en nuestras redes neuronales. No obstante, es muy modificable con una educación y cultura que incite a la solidaridad.

P: ¿Se puede estar enganchado al placer? ¿Hay límites? 

Las impresoras 3D ya han comenzado a imprimir comida, incluso menús sin gluten, por lo que pronto se ganarán un lugar en las cocinas, entre la cafetera y la tostadora. Imagen de archivo de una cocina. EFE/María Elizabeth PlazaImagen de archivo de una cocina.

EFE/María Elizabeth Plaza

R: Sí. Muchos placeres empiezan siendo una motivación incentiva, es decir, la búsqueda del placer por el placer, pero este está también en el origen de todas las adicciones. Por ejemplo, fumas porque te gusta fumar, pero el abuso del tabaco termina conquistando el organismo y haciéndolo dependiente, lo que pasa a ser entonces una motivación homeostática. Es decir, ya no fumas por placer, sino porque si lo dejas te sientes muy mal. Pasa a ser una necesidad.

P: ¿Perdemos la capacidad de sentirlo?

R: La anhedonia es la pérdida, generalmente patológica, de la capacidad de sentir placer. Con la vejez o la enfermedad falla el cerebro y decaen las motivaciones. Perdemos no tanto la capacidad de experimentar placer, sino la capacidad de desear buscarlo, y eso está relacionado con la dopamina.

Para que el cerebro la segregue hay que seguir sorprendiéndose; es lo que en neurociencia llamamos “error de predicción”, la diferencia entre lo que esperamos o no y lo que en realidad acontece, y eso hace que las neuronas de repente liberen dopamina.

P: ¿Cuál es la forma más intensa de placer?

R: El orgasmo es la forma más intensa de placer que pueden experimentar los humanos sin necesidad de drogarse. A parte de las funciones encaminadas a la reproducción, se sabe que los cerebros de hombres y mujeres experimentan una actividad similar durante el mismo. El orgasmo puede considerarse como una experiencia cerebral integral, una explicación quizá aplicable, mayormente, a cualquier experiencia placentera.

P: ¿La gente obesa siente más placer por comer?

R: Creemos que hay personas a las que le gusta más comer porque sienten más placer haciéndolo. El placer debería controlar tu ingesta hasta donde tu cuerpo lo necesita pero no más, si no entrarías en zona de peligro. Hay investigadores, de hecho, que ven en el comportamiento de algunas personas adicción a la comida, con las mismas señales que caracterizan el consumo de drogas, como la pérdida de control. No obstante, la obesidad es un problema muy complejo con muchos factores detrás, como genéticos o malos hábitos.

P: ¿Cuánto de placer hay en la felicidad?

R: No me gusta hablar de felicidad, porque se trata de algo etéreo y frágil, prefiero hablar de bienestar y sostenido en el tiempo. Por ejemplo, la felicidad del adolescente enamorado segrega en el cerebro feniletilamina, equivalente a lo que hacen drogas estimulantes como las anfetaminas. Estás que no ves el mundo, pero estar así permanentemente no hay quien lo soporte; es un sin vivir. El bienestar a largo plazo hace que el sistema inmunológico, el cardiovascular y las neuronas funcionen homeostáticamente, y esto provoca que tengas menos propensión a sentirte mal o a enfermar.


El placer es un importante componente de los procesos mentales que determinan el comportamiento y bienestar, pero en exceso puede comprometer la actividad cognitiva detrás de la “inteligencia emocional”, la capacidad cerebral que permite gestionar y modificar los sentimientos utilizando la razón. Es necesario, por tanto, moderar el consumo de cualquier tipo de placer, para evitar conductas adictivas y para que su abuso no deteriore los mecanismos cerebrales que lo hacen posible, como el sistema dopaminérgico. EFEfuturo

El neurocientífico Ignacio Morgado. Imagen cortesía del propio investigador.

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