Desentrañando el misterio de las esquivas ráfagas de radio rápidas

Ese es el caso de las ráfagas rápidas de radio (FRB, por sus siglas en inglés). Hace algo más de una década ningún astrónomo sospechaba de su existencia, pero ahora se han convertido en uno de los fenómenos más intrigantes. Son escasas, de origen y naturaleza aún poco claro y, por si fuera poco, hay quien no descarta que su origen sea alienígena.


Las FRB son, precisamente, lo que su nombre indica: ráfagas breves, muy breves -su duración es de unos milisegundos-, cuyas emisiones captan los radiotelescopios, tienen gran energía, proceden de fuera de la Vía Láctea y, por el momento, han planteado más preguntas que respuestas.

La primera FRB se detectó en 2001


La primera ráfaga rápida de radio se detectó en 2001 y, quizás para hacer gala de su fama de escurridizas, pasó totalmente desapercibida, solo se supo de su existencia en 2007, mientras un equipo revisaba datos antiguos del radiotelescopio Parkes, en Nueva Gales del Sur (Australia).


Los astrónomos “miraron en esa dirección del cielo durante mucho tiempo, esperando encontrar otra señal por allí, pero no lograron ver nada”, explica a Efe, en una entrevista por correo electrónico, la astrónoma de la Universidad de Toronto Cherry Ng.


En los siguientes diez años, se detectaron otras 60 ráfagas, “un número pequeño que hace realmente muy difícil descubrir de qué se trata”, sin olvidar que, por su naturaleza es imposible saber dónde o cuándo se producirá la siguiente.


Para añadirle más emoción, en 2016 se produjo un hecho fundamental. El radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico), detectó una FRB, denominada 121102, la primera que se repetía. Esa circunstancia hacía más fácil su estudio pues hasta ese momento “los astrónomos disponían solo de una minúscula ventana para observarlas y estudiarlas” -señala Ng-, pero ahondaba el misterio al abrir nuevas posibilidades.

El Observatorio de Arecibo (Puerto Rico). Imagen de la web del observatorio.


La ráfaga 121102 procede de un objeto extremadamente poderoso situado en una galaxia ubicada a unos 3.000 millones de años luz en una región muy densa y comprimida, según un estudio publicado en Nature hace ahora un año por científicos de Estados Unidos, Canadá y Holanda.


El astrofísico Benito Marcote, del Joint Venture Institute for VLBI ERIC de Holanda, que forma parte de aquel equipo, detalla a Efe en un correo electrónico que, “de momento, el origen último de la FRB sigue siendo un misterio, pero poco a poco se van acotando las posibilidades “.


Las observaciones han establecido que los objetos que las producen “deben ser bastante compactos, jóvenes -de decenas o pocos cientos de años- y encontrarse en entornos muy extremos”, explica Marcote. Por eso, “la hipótesis más plausible sigue siendo, de momento, que las ráfagas las producen estrellas de neutrones jóvenes y con un campo magnético muy fuerte”.

Supernova superlumínica


Sin embargo, hace falta algo más para que las FRB sean amplificadas para hacerlas tan brillantes y ahí “es donde el escenario no está tan claro”.


La mayoría de los modelos consideran que esas estrellas de neutrones están rodeadas por los restos de la explosión de una supernova superlumínica y es la interacción entre ambas lo que produce la FRB, pero otros defienden que la estrella se encuentra en los alrededores de un agujero negro que produce una interacción similar al de la supernova.


En cualquier caso, ambos científicos coinciden en la necesidad de detectar más FRB “para ayudar a resolver el misterio”, asegura Ng, para quien el radiotelescopio CHIME, un nuevo tipo de aparato diseñado y construido en Canadá, tendrá un papel fundamental.


CHIME está funcionando en pruebas y se espera que sea totalmente operativo este mismo año, explicó en un correo electrónico Emmanuel Fonseca de la Universidad McGill y miembro del equipo del telescopio, que será “muy importante y útil” para estudiar las FRB, pues puede ver una gran parte del cielo de manera instantánea, cada día procesa datos del 60 % del cielo”.


Desde el pasado verano ha detectado más de cien ráfagas y descubierto que “son capaces de emitir energía en frecuencias muy bajas”, lo que significa que tendrían que reconsiderarse algunas de las teorías sobre el entorno en que se producen.


Hasta ahora, la mayor contribución de CHIME ha sido encontrar una segunda ráfaga que se repite, “ahora sabemos que la original FRB de repetición no es única, ¡podría haber una población entera de FRB como ella!”, precisa Ng, que forma parte del equipo que hizo este descubrimiento.


La existencia de una segunda FRB de repetición representa para Marcote “un gran paso en el conocimiento de estos objetos”. Ambas tiene propiedades similares por lo que se piensa que tiene un mismo origen, pero aún queda por localizar con precisión en qué galaxia se encuentra, para saber “si es idéntica a la del primer repetidor”.

¿Civilizaciones alienígenas?


Las dos ráfagas tienen un comportamiento similar -agrega- “con semanas y meses donde se producen una gran cantidad de flashes y con periodos donde prácticamente no se detecta ninguno”.


Tantos misterios por resolver dejan la puerta abierta a todo tipo de especulaciones, como la teoría del astrónomo de la Universidad de Harvard Avi Loeb, quien en 2017, cuando las FRB eran aún un fenómeno escaso, apuntó a un posible origen alienígena, en forma de rayos para propulsar naves extraterrestres.


Fonseca no creen que este fenómeno sean “señales artificiales de civilizaciones alienígenas”. Las FRB se observan en todo el cielo y a distancias diferentes, “por eso es poco probable que los alienígenas estén tratando de llamarnos”.


Al margen de cualquier teoría, los científicos siguen desenredando la madeja y este año, según Marcote, “va a ser muy interesante”, gracias a las aportaciones de telescopios como CHIME en Canadá, ASKAP en Australia o, en breve, Apertif en Holanda, que se espera que descubran varias FRB al mes, “por lo que se podría hacer un estudio detallado por primera vez y probablemente tendremos un imagen clara de su origen antes de finales de año”. EFEfuturo

Portada de Nature dedicada a los estallidos de radio (FRB). Crédito: NaturePortada de Nature dedicada a los estallidos de radio (FRB). Crédito: Nature

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