Mi perro sabe que ha hecho algo mal

Si llegas a casa y tu perro ha hecho algo mal, no te enfades con él porque lo más probable es que no tenga ni remota idea del motivo que provoca tu malestar. El problema es que los dueños de perros pensamos que nuestras mascotas nos entienden pero la realidad es que no comprenden nuestro idioma ni nuestro lenguaje, solo interpretan nuestras reacciones.

Por ejemplo, ¿cuántas veces has oído eso de “mi perro se esconde porque sabe que ha hecho algo malo”? Seguro que muchas, pero la interpretación no es correcta. Lo más probable es que el animal haya detectado nuestro enfado, sin saber cuál es el motivo que lo ha provocado, y reaccione en consonancia: protegiéndose de nuestra reacción. Por ello, se encoje, baja la mirada, huye o intenta esconderse…

Nuestro lenguaje no es el de los perros.

En la mayoría de los casos, los dueños de perros creemos que nos comunicamos con ellos en nuestro idioma: les hablamos, les preguntamos si quieren comer, les decimos que tengan paciencia cuando intuimos que nos piden algo o que comprenden al dedillo nuestras órdenes. Pero, aunque lo parezca, los perros no hablan nuestro idioma ni comprenden el lenguaje de los humanos.

Nuestro perro entiende nuestros gestos y nuestras actitudes, detecta nuestros cambios de voz pero, repetimos, no habla nuestro idioma. Por ejemplo, es probable que se ponga a saltar cuando le decimos que vamos a salir a pasear pero el reacciona porque nos ve coger su correa o ponernos el abrigo para salir. No ha comprendido nuestro mensaje con palabras. Precisamente por ello, no es capaz de relacionar nuestro enfado al llegar a casa con algo que hizo, probablemente, hace varias horas.

Si el perro ha tirado al suelo nuestra preciosa maceta, ha destrozado nuestra revista preferida o se ha hecho caca en el pasillo durante nuestra ausencia, no tiene sentido que le riñamos por ello cuando volvemos a casa porque no relacionará el sermón o el castigo con el hecho en sí. Nuestra mascota detectará que estamos enfadados y se protegerá de nuestra reacción, pero no será capaz de saber el motivo que ha provocado todo esto.

La regañina solo será efectiva si pillamos al animal in fraganti. Entonces sabrá que lo que acaba de hacer nos ha molestado o no nos ha gustado. En el caso de nuestras mascotas, la correlación inmediata entre acción y reacción es fundamental. Y esto es importante, tanto para premiar como para castigar por un comportamiento determinado.

Si obedece a la primera, es bueno darle enseguida una palmadita para que sepa el motivo por el que lo felicitamos. Si se hace pipí en el pasillo, es importante reñirlo en ese mismo instante para que sepa qué es exactamente lo que no nos ha gustado.

Pero, si al llegar a casa, ha destrozado con almohadón del sofá o ha roto una figurita de porcelana, no tiene sentido reñirle por ello porque no lo comprenderá. Sabrá que estamos enfadados por algo pero no acertará a saber por qué.

Mi perro conoce mis actitudes.

Cuando llegamos a casa, nuestro perro sabe enseguida si estamos contentos, tristes, enfadados, ausentes… Lo ve en nuestra actitud corporal, en los gestos o aspavientos que realizamos, en el tono de nuestra voz, etc. Incluso, lo sabrá por nuestra respiración o por la mirada que le lancemos. También por nuestra manera de hablar con él o con las personas que nos acompañan.

Si al entrar vemos algún desperfecto, el perro sabrá que estamos enfados pero nunca acertará el motivo. Su reacción será encogerse, bajar la mirada, huir, intentar esconderse… Si, por el contrario, ve que estamos contentos enseguida vendrá a saludarnos y hacernos algunas fiestas de bienvenida. Y, si encima, ya nos conoce bien, su reacción ante nuestra actitud aún será más rápida.

Así que, lo único que podemos hacer es intentar entender mejor las acciones y comportamiento de nuestro perro. Probablemente ha destrozado un zapato a mordiscos porque lleva horas solo y está ansioso por vernos. O, quizá, haya roto un jarrón de cristal porque necesitaba correr un poco por nuestro salón para ejercitarse.

Ante esto, nosotros sí que sabemos pensar y tomar decisiones. Quizá debemos dejarlo solo menos horas, poner a buen recaudo las cosas que nos apreciamos o limitar el espacio por donde puede deambular mientras está solo.